La Isla de KIRRIN
A Herminia Luque
Los leías después del
viaje a la ciudad
sobre la cama, en junio o
en julio sobre todo,
echada la persiana que
dejaba filtrar
olor de albaricoques y
pintura caliente
y una luz laminada verde
oscura
sobre las bicicletas y
los páramos,
las mochilas, las
granjas,
el desayuno inglés, la
isla de Jorgina:
historia fabulosa de una
infancia
a punto de perderse.
Porque una vez leídas
todas las aventuras de
los Cinco
supuse que tenía que
crecer.
¿De qué sirve ser niña,
si luego, en vacaciones
ningún bote te lleva a
la isla de Kirrin?
Tal vez ya sospechaba que
los libros
podían ser reloj o
calendario
exacto y enigmático del
cuerpo.
Ni una semana sin poesía...es cálida y entrañable. Gracias Lola
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