apagadas cigarras, unos
grillos apenas,
defienden el reducto
de un verano obstinado en
perpetuarse,
cuya suntuosa cola aún brilla hacia el oeste.
Se
diría que aquí no pasa nada,
pero un silencio súbito ilumina el
prodigio:
ha pasado
un ángel
que se llamaba luz, o fuego, o vida.
Y lo
perdimos para siempre.
ÁNGEL GONZÁLEZ
Ni una semana sin poesía...
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